Colin Frayne: nunca dejar de aprender
Pequeñas ideas pueden tener un gran impacto en la vida de un profesional dedicado al tratamiento de agua. No vendes un sistema de tratamiento, vendes el cumplimiento de una norma, deducción de impuestos, vendes evitar una multa. Otras veces no es una tecnología de punta la que ofreces al mercado, es reducción de costos, es paz operacional, es seguridad. El Acuífero habló de esto y más con Colin Frayne CWT (Tecnólogo Certificado de Agua - AWT)
Desde una mina de cobre en Perú hasta los tableros de decisiones en refinerías del Medio Oriente, Colin Frayne ha recorrido una odisea profesional que, como la epopeya de Homero, constituye un compendio de moralejas y aprendizajes necesarios para navegar en las aguas siempre cambiantes de las tecnologías de tratamiento.
Autor de textos técnicos que hoy forman parte de la biblioteca esencial de cualquier especialista serio del rubro, Frayne compartió sus reflexiones sobre el presente y el porvenir del mercado latinoamericano, así como sobre las rutas posibles para los nuevos profesionales que decidan vincular su futuro al mundo del agua.
Frayne no escatima palabras al señalar las deficiencias estructurales de la región. Asegura que Latinoamérica, con excepciones notables, sigue estando “varios años por detrás” de Estados Unidos en la adopción de nuevas tecnologías. Identifica como principales obstáculos la escasa inversión pública y privada, la persistencia de sistemas y metodologías obsoletas, y una limitada oferta de formación técnica actualizada. Un caso paradigmático, dice, es el de firmas internacionales que continúan empleando productos químicos a base de fosfatos desarrollados hace más de cuatro décadas. “Hay empresas que, por tradición o inercia, siguen utilizando formulaciones diseñadas en los años 80”, apunta.
Sin embargo, no todo es diagnóstico pesimista. A lo largo de la entrevista, Frayne insiste en su optimismo ante ciertas tecnologías emergentes que podrían modificar el paradigma actual de la desalinización y el reúso de agua. La electroquímica, por ejemplo, es un campo que podría representar un punto de inflexión debido al potencial de alcanzar un bajo requerimiento energético comparado con los métodos de membranas que ya están cerca de los límites termodinámicos de eficiencia.
Colin tiene claras sus preferencias de modelos de gestión hídrica y para explicarlo compara a Israel y California. Ambos tienen condiciones geográficas similares como el acceso al mar, regiones desérticas y alta demanda agrícola y poblacional. Sin embargo, mientras Israel ha invertido decididamente en plantas de desalación por ósmosis inversa y reúso, logrando una producción de agua desmineralizada diez veces mayor que la de California, este último apenas ha construido una gran planta. “California usa el argumento ambiental para no avanzar, pero Israel demostró que la voluntad política puede más que las excusas”, sentencia.
Otro ejemplo que cita como relevante de las diversas dimensiones que adopta el tratamiento de agua es el enfoque fiscal del control de calidad del agua en ciudades como Nueva York. Frayne explica cómo el tratamiento de agua potable y de torres de refrigeración ha pasado a ser un foco de inspecciones sistemáticas por parte de las autoridades locales. “Ahora el gobierno no solo exige mantenimiento riguroso para prevenir Legionella, sino que usa cualquier falla como base para aplicar multas de hasta dos mil dólares. Es una forma indirecta de aumentar la recaudación sin tocar los impuestos”, afirma.
Además, habló de la minería de salmuera. En procesos de desalinización, los residuos salinos suelen ser vertidos al mar, pero Frayne plantea la posibilidad de recuperar elementos valiosos como el boro. “Nadie quiere cloruros, pero el boro sí puede aprovecharse. Hay tecnologías que lo permiten, y eso abre una oportunidad económica donde antes solo veíamos un problema ambiental”, sostiene.
Planta de energía de Ford Motor Company en Dagenham, Londres
Aquí comenzó Colin Frayne su carrera profesional como aprendiz de química a los 16 años, combinando trabajo en laboratorio con estudios técnicos en un college politécnico
Las oportunidades en Latinoamérica
En sus múltiples intervenciones en América Latina, Frayne ha observado que las oficinas regionales de grandes multinacionales no siempre cuentan con la capacitación técnica adecuada. “Muchas veces, el conocimiento real está centralizado en la casa matriz. Los equipos locales tienen voluntad, pero carecen de la experiencia necesaria para tomar decisiones críticas”, reflexiona. A su juicio, esto representa una oportunidad. “Lo que necesita Latinoamérica no es más tecnología importada, sino más formación técnica. Necesitamos ingenieros y técnicos locales que entiendan las condiciones específicas de sus sistemas, que sepan elegir entre lo que funciona y lo que es simplemente marketing disfrazado de innovación.”
Lamenta no haber aprendido a hablar español, “pero los problemas de tratamiento de agua no reconocen idiomas. si no hay flujo, si hay corrosión, si hay biofouling, se nota en cualquier lengua” dice.
Frayne narra con especial detalle una de sus experiencias en el Caribe, donde una empresa optó por instalar dispositivos magnéticos en lugar de aplicar tratamientos químicos. Las tuberías y sistemas de enfriamiento presentaron una acumulación de sarro tan severa que los obligó a interrumpir operaciones. “Tuvieron que llamarme de urgencia. A los pocos meses, estaban considerando demandar a la empresa que les vendió esos dispositivos”, relata como advertencia sobre el riesgo de adoptar soluciones sin respaldo técnico.
También recuerda su trabajo en una planta de producción de agua pesada en Argentina (D₂O) donde fue convocado para solucionar un sistema con intercambiadores de calor obstruidos, reactores ineficientes y torres de enfriamiento llenas de lodo. “Tuvimos que repensarlo todo, desde la química hasta el diseño de los equipos. Fue un trabajo de dos años, pero logramos recuperar el sistema. A veces, limpiar bien una torre es más revolucionario que instalar el último modelo de sensor”, bromea.
A lo largo de la conversación, Frayne enfatiza la importancia de vender el tratamiento de agua no como un gasto, sino como una inversión en salud pública, seguridad operativa y durabilidad de los activos industriales. “Las decisiones sobre tratamiento de agua deben dejar de ser técnicas y pasar a ser estratégicas. Si logras comunicar que una torre de enfriamiento bien mantenida reduce riesgos de Legionella, disminuye el consumo energético y alarga la vida útil de los equipos, el CEO va a prestar atención”, explica.
En cuanto al camino que deben seguir los nuevos profesionales interesados en el agua, Frayne evita generalizaciones. “No hay una única respuesta correcta”, señala. “Este es un campo inmenso. Puedes dedicarte a la química verde, al diseño de equipos, a la gestión de cuencas, a la reutilización de aguas residuales, a la digitalización de sistemas, al análisis de datos... Lo importante es tener curiosidad y compromiso con el aprendizaje permanente.”
Al cierre de la entrevista, reflexionó sobre el futuro del sector. “El agua ya no es solamente una variable técnica. Es geopolítica, es social, es económica. El acceso y la gestión del agua van a definir muchas de las tensiones del siglo XXI. En ese contexto, necesitamos profesionales que entiendan la química y el mundo en el que viven”.
Y concluye con una frase que resume su filosofía. “Este es un campo donde siempre hay algo nuevo que aprender, siempre un problema distinto que resolver”. Tal vez, en esa disposición constante al asombro y a la resolución práctica, esté la clave de su legado profesional.
A continuación se recrean algunas de las preguntas respondidas por Frayne durante la entrevista.
¿Cuáles son, a su juicio, las tecnologías más transformadoras en el tratamiento de agua?
Sin duda alguna, la tecnología de membranas ha sido una revolución en el sector. Desde la ósmosis inversa hasta los biorreactores de membrana, pasando por la nanofiltración y la ultrafiltración, estas herramientas han permitido tratar fuentes de agua antes consideradas inviables. Pero no me quedaría solo ahí, la electroquímica está comenzando a abrir nuevas posibilidades. Su capacidad para operar con menor demanda energética y con mayor selectividad en ciertos procesos la convierte en una candidata a sustituir, en algunos casos, tecnologías convencionales. También destacaría los sistemas inteligentes de monitoreo, que integran sensores, IA y big data para anticiparse a fallos y optimizar los tratamientos en tiempo real.
¿Cómo percibe el desarrollo del mercado latinoamericano en este sector?
Con una mezcla de preocupación y esperanza. Preocupación porque veo una brecha creciente respecto a otras regiones, tanto en infraestructura como en capacitación técnica. Pero esperanza porque hay profesionales brillantes, proyectos innovadores y una necesidad urgente de cambio. Esa urgencia puede ser el catalizador. Las soluciones deben ser locales porque no basta con importar tecnologías, hay que formar personas capaces de adaptarlas, mejorarlas y mantenerlas. América Latina tiene talento, lo que necesita es confianza en sus propias capacidades.
¿Qué oportunidades identifica para los jóvenes que quieran desarrollarse en este ámbito?
Hay más oportunidades de las que parece. Desde startups que desarrollan sensores portátiles hasta grandes proyectos de reúso de aguas residuales en zonas agrícolas, pasando por laboratorios que investigan nuevas formulaciones químicas más amigables con el ambiente. Les diría que no se encasillen. Exploren. La sostenibilidad es un campo amplio, y el agua es su eje transversal. Entender su ciclo, sus usos, sus riesgos y sus posibilidades es fundamental. Electroquímica, nanotecnología, análisis de datos, diseño de procesos, comunicación ambiental... todo puede ser parte del mismo sistema.
¿Qué proyectos en Latinoamérica han sido especialmente memorables para usted?
Uno fue en Buenos Aires, en una planta dedicada a la producción de agua pesada para uso nuclear. Me llamaron porque nada funcionaba. Los intercambiadores estaban colapsados, los sistemas de refrigeración saturados, las torres llenas de lodo. Trabajamos durante dos años, limpiamos más de veinte mil kilos de residuos, rediseñamos procesos y logramos devolver la operatividad al sistema. Otro caso interesante fue en el Caribe, donde una empresa usaba dispositivos magnéticos en vez de químicos. El resultado fue un sistema lleno de incrustaciones. Lo barato salió carísimo. Intervenir ahí fue frustrante, pero también formativo.
¿Qué lecciones ha aprendido luego de tantos años en el sector?
La más grande es nunca dejar de aprender. El agua cambia, los contextos cambian, las soluciones también deben hacerlo. Y además, hay que mirar más allá de la química. El agua es cultura, política, infraestructura y salud. No basta con remover sólidos disueltos. Hay que entender a las comunidades, a las industrias, a los gobiernos. Y sobre todo, hay que saber comunicar. Si no puedes explicar el valor de lo que haces, difícilmente lograrás que te escuchen. Por eso insisto tanto en que formar buenos técnicos es fundamental, pero formar técnicos que sepan pensar, observar y dialogar es aún más urgente.
¿Cuál es su opinión sobre el papel de los gobiernos en el impulso del tratamiento de agua?
El papel de los gobiernos es fundamental, pero no siempre está bien orientado. Algunos países invierten en infraestructura sin preocuparse por la operación y el mantenimiento. Otros, como Israel, entienden que se trata de una estrategia nacional. Allí, el gobierno estableció políticas claras, apoyó la innovación tecnológica y promovió la formación de profesionales desde etapas tempranas. América Latina necesita esa misma visión: asumir que el agua no es solo un recurso, sino una prioridad política.
¿Qué piensa de la creciente digitalización en el sector del agua?
Creo que es una de las transformaciones más profundas que estamos presenciando. Con el uso de inteligencia artificial, análisis predictivo y monitoreo remoto, ahora podemos anticipar fallos, optimizar dosificaciones, reducir consumos y extender la vida útil de los equipos. Lo importante es no ver la digitalización como un lujo, sino como una herramienta para democratizar el acceso a soluciones eficientes.
¿Podría contarnos más sobre la experiencia en Nueva York con la normativa de Legionela?
Claro. En Nueva York, luego de brotes graves de Legionela, el Departamento de Salud impuso regulaciones estrictas para todas las torres de enfriamiento. Lo interesante es que esto derivó en un nuevo sistema de control fiscal. Cada infracción puede representar una multa significativa, lo que ha llevado a muchas empresas a invertir en sistemas de tratamiento y monitoreo para evitar sanciones. Es una forma indirecta de mejorar la calidad del agua mediante presión económica.
¿Ve viable la minería de salmuera en América Latina?
Sí, absolutamente. Especialmente en países costeros con plantas desaladoras ya operativas. Hoy vemos la salmuera como un residuo, pero en realidad es una fuente de elementos valiosos como el boro o el litio. Existen tecnologías emergentes que permiten extraerlos de manera eficiente. Si logramos integrar esta visión a la planificación de proyectos, estaríamos hablando de una economía circular del agua.
¿Qué consejo le daría a alguien que empieza hoy en esta industria sin una formación técnica tradicional, como fue su caso?
Le diría que no se sienta limitado. Hoy existen más recursos que nunca. cursos en línea, publicaciones abiertas, redes de expertos. La clave es la curiosidad, la ética y la capacidad de resolver problemas. Si se mantiene con los ojos abiertos, preguntando, leyendo y sobre todo escuchando, puede llegar tan lejos como cualquier ingeniero graduado.
Refinería de Abadan, Irán
A los 30 años, Colin Frayne era responsable del programa completo de tratamiento de agua para calderas en esta instalación, así como de programas similares en una docena de refinerías y plantas petroquímicas en todo Medio Oriente
El viaje formativo de Colin Frayne
Colin Frayne ha construido una carrera técnica y académica de altísimo nivel a través de programas públicos de formación, certificaciones profesionales y décadas de experiencia en terreno e investigación aplicada. Su trayectoria ejemplifica el valor de la formación continua, la excelencia práctica y el compromiso con el conocimiento.
Con 16 años, dejó la escuela con un General Certificate of Education otorgado por la Universidad de Cambridge. Gracias a un programa de formación entre el gobierno británico y Ford Motor Company, ingresó como aprendiz de química en una planta de energía en Dagenham, Londres. Mientras trabajaba a tiempo completo en el laboratorio, asistía a un college politécnico (hoy parte de la University of East London), obteniendo media docena de certificados en ciencias y química.Licenciate of the Royal Institute of Chemistry (LRIC)
Obtuvo esta distinción profesional, equivalente a una licenciatura (BSc), reconocida por la Royal Society of Chemistry, fundada en 1841.
Certificaciones y membresías profesionales
- CSci – Chartered Scientist
- CChem – Chartered Chemist
- CEnv – Chartered Environmentalist
- CWEM – Chartered Water and Environmental Manager
- LRIC – Licenciate of the Royal Institute of Chemistry (UK)
- FRSC – Fellow of the Royal Society of Chemistry
- FICorr – Fellow of the Institute of Corrosion (UK)
- MCIWEM – Member of the Chartered Institution of Water and Environmental Management
- FWMSoc – Fellow of the UK Water Management Society
- CWT – Certified Water Technologist (USA)